Las tres constantes de mi vida: Interrupciones, caos y cafeína. Un café espera enfriándose en la esquina de un escritorio desordenado y, cuando mis dedos rozan el teclado, ya alguien me anda buscando: "¿Hiciste el informe que habíamos hablado? Lo necesito en mi mesa antes de hoy a las cuatro."
Redacto el informe y lo envío, bebo un sorbo de un café
templado. Me dispongo a seguir con lo que aún no había empezado, pero el
teléfono suena: "Necesito que a un equipo le realices un traslado."
Genial, debo dejarlo todo y salir de mi cuarto.
Al volver, otro sorbo de cafeína de ese café aguado. Me
dispongo a escribir, pero ¡un momento! Algo he olvidado: Se tratan de mis gafas,
¿dónde las habré dejado? Las busco y las encuentro. Perfecto, ¿por dónde me
había quedado? Ah, ya sé, ni si quiera había empezado.
La música está sonando y aún queda algo de café en el vaso.
Tengo poco tiempo y quiero aprovecharlo. Mis dedos entran en trance y el
whatsapp ya está sonando: “¿Recuerdas qué reservas teníamos para la tarde del
sábado?” “Lo miro y te digo, tengo que comprobarlo.”
Pero ¿dónde las habré apuntado? Estoy casi seguro de que
estaban en alguno de los papeles que tengo tirados por el cuarto. ¡Aquí están! ¡Estoy
salvado! Bebo un trago de un café enfriado. Hago el informe oportuno y continúo
con mi trabajo.
Retomo la escritura por donde la había dejado mientras tomo
otro sorbo de… ¡mierda, el café se me ha acabado! Anuncio de Youtube… ¡Esto ya
es demasiado! Creo que lo mejor será por hoy dejarlo.
El teléfono suena de nuevo y el escritorio está aún más
desordenado. Un vaso de café vacío espera a ser a la basura tirado. Contesto la
llamada entre el desorden y el caos generado, las interrupciones no paran y la cafeína
se me ha acabado.
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