Es de humanos equivocarse, caerse, hundirse en las ciénagas de la tristeza y el abandono. Perder toda esperanza de ilusión alguna, perder el norte, no hallar el camino de vuelta al lugar de donde procedes, donde los dragones moran entre los edificios, las sirenas duermen en urbanizadas fuentes de aguas cristalinas, los piratas surcan mares imaginarios y las dríades pueblan en cercanos parques.
Darte cuenta de cómo es el mundo en realidad, y no querer seguir viviendo en él, pues ya todo parece más frío y oscuro desde que, algo dentro de ti, cambio la lente con la cual lo percibías, desde que una voz susurro a tu oído palabras de derrota y abandono.
Agobiarte ante la idea de que el mundo ha cambiado, sin darte cuenta de que tan solo ha cambiado el punto de vista. Sentir una losa en tu pecho cada mañana, haciéndote la peor de las empresas el simple hecho de respirar. Sentir que ya nada tiene un sentido, que ya todo acabo… que es mejor la muerte a seguir viviendo en esta lúgubre mazmorra a la que llaman "mundo", el cual limita y asfixia tu sed de libertad.
Es justo ahí, en ese momento, en el que los sensibles lloran, los débiles se rinden, los egoístas quieren ayuda… donde aparecen los valientes; se alzan por encima de todos estos, triunfan allí donde todos cayeron y vuelven a montar en su corcel indomable hacia la senda que los devuelva al mundo que los vio nacer, de dragones, sirenas, piratas y dríades. Porque no siempre vemos las cosas con la claridad que debemos, haciendo una montaña de un grano de arena, debemos buscar en nuestro interior esa otra voz que nos grita y nos arenga palabras de victoria, orgullo y felicidad.
Algunos necesitareis personas, otros ilusiones, otros simplemente a vosotros mismos, para despertar ese espíritu, para que la llama vuelva a arder en vosotros como antes ardía cual faro en una noche cerrada y fría, guiando vuestro camino en los más oscuros y difíciles momentos.
De modo, que al final de nuestra vida, podamos mirar a la muerte a los ojos, sonreír y provocarla: ven cuando quieras con tu afilada guadaña y siega toda vida que aun quede en mi, pues moriré tranquilo. Moriré sabiendo que viví cada segundo que me quedaba de vida como si fuese el último de los segundos que mi alma y cuerpo fueran a permanecer unidos como si fueran uno. Moriré sabiendo que lo he vivido todo, que ya no me quedan más experiencias por vivir y que… morir, es la última gran aventura que me espera.
Siempre habrá valientes, caballeros de corcel indomable, de espíritu honrado, de cuentos de hadas en la realidad. Mas presta a confusión y desatino cuando los demás no son capaces de entender a vos. Caballero de nadie, protector de todos, guardia de la fría noche... Deslices del tiempo el cual sonríe con mueca burlona sentado, esperando con la guadaña, cambiando almas de épocas y lugar... ¿sólo por diversión quizás? Cruzando caminos, no siempre a tiempo, separando otros, con demasiada premura... Negrura en el día de la noche clara, canta al albor la luna sobre el agua calmada... ¿existiría el presente sin sueños de pasados futuros? Recita el epílogo de un grimorio casi quemado, que un niño sostiene en sus manos cerca de la hoguera donde su mentora llacía...
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