domingo, 29 de junio de 2014

Ella dormía y yo escribía

Ella dormía tranquila en la cama. Una débil luz iluminaba su silueta perfecta. Cubría su cuerpo con poco más que su ropa interior. El pelo se esparcía indomable por toda la almohada e inundaba parte del colchón. Sin duda, estaba durmiendo plácidamente.


Yo la observo. Desde poco más de dos metros de distancia no puedo dejar de mirarla. Pero, no con una mirada obscena, sino más bien, una mirada de aquel que está mirando algo que para él es extremadamente importante.  Tampoco llevo mucha ropa, el calor es agobiante.

De repente, ella se mueve y, con la misma suavidad que un pez nada en el río, se da la vuelta  y cambia la mejilla en contacto con la almohada. Ahora, su rostro está mirando directamente hacia el mío. Dejo de escribir por un momento, corto la respiración, espero… Ella vuelve a respirar tranquila y yo, de nuevo, a escribir deprisa, no quería que nada la sacase de su sueño.

Multitud de pájaros se oyen cantar a través de la ventana cerrada, parece que es temprano, aunque la luz no entre por una persiana bajada. El silencio está roto por el sonido de su respiración tranquila, acompañado por el constante golpeteo de las teclas de un viejo ordenador portátil.

Parece como si el tiempo no corriese en esta habitación. Vuelve a moverse, me paro de nuevo… Se ha tapado, parece que le ha dado frío. Sin duda ha sentido que ya no estoy a su lado. Sube las sábanas hasta su pecho, dejando al descubierto su brazo, su hombro y parte de su espalda. Ahora vuelve a estar mirando al lado contrario y yo ya no puedo ver su rostro.

Ella seguía durmiendo tranquila en mi cama. Con su pelo alborotado por toda mi almohada. Dormía plácidamente sobre mi colchón mientras, de seguro, no sabría que mis dedos ahora mismo están escribiendo estas palabras. Seguramente dormía sin saber que si mi respiración es constante es porque sigo el ritmo de la suya, sin saber que si mis pasos son firmes es porque imito los suyos al caminar, sin saber que si sonrío es porque escucho una palabra de ella, sin saber que si me levanto cuando caigo es siempre por ella, sin saber que si simplemente vivo… es por ella…


Ella dormía… y yo escribía…



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