Mi ídolo

Al más puro estilo de los colegios de primaria americanos, hoy vengo a hablaros de mi ídolo:

Mi ídolo no es un cantante de rock, tampoco un deportista profesional, no destaca por su dinero, posesiones o logros. No es famoso, no ha encontrado la cura contra el cáncer, ni tampoco ha conseguido crear una máquina de movimiento perpetuo. Infinitos pudieron haber sido los logros alcanzados por esta persona, logros que dudo que ni quiera haya llegado a soñar con ellos.

No obstante, muchas otras capacidades y virtudes tiene. Virtudes, a mi parecer, mucho mejores que saber construir un puente o que conocer cien dígitos del número pi. ¿Acaso no es más importante en una persona la capacidad de escuchar a terceros que la capacidad de componer una sonata? ¿No preferíais en vuestras vidas, a vuestro lado, alguien que te apoye y te ayude en tus decisiones antes que a alguien que puede escribir un poema?

Gracias a él, a su ejemplo de persona, hoy soy como soy y he llegado hasta donde he llegado, he conseguido lo que he conseguido... y los logros que aun están por venir de seguro se los deberé a él casi en su totalidad. Pues sin él yo no estaría aquí, no estaría escribiendo en este blog, no estaría aquí en este sillón sentado pensando en cómo hacer un pequeño homenaje para tan importante persona... sin él, si quiera habría llegado a existir.

Ese ídolo es mi padre, y hoy cumple 50 años. Medio siglo de andadura por este mundo, en el cual ha sabido sortear, cual piedra en el camino, todas las dificultades impuestas por la vida. Medio siglo del que yo solo he podido disfrutar de su compañía apenas 21 míseros años de los cuales solo tengo recuerdos y constancia de unos 16... Un tiempo insignificante, cuando se trata de disfrutar de la compañía de alguien como él.

Desde que nací me enseñó a andar, las distintas cosas que podrían hacerme daño, qué debía comer, cómo debía comportarme... cosas básicas para poder vivir en sociedad. Pero también me enseñó a pensar, ilusionarme, creer en mi, dejar mi mente volar, tener imaginación... me enseñó el nombre de las estrellas, a orientarme en el bosque, a hacer nudos... me instruyó en todo: desde poner un tornillo y apretar en sentido de las agujas del reloj, hasta buscar la felicidad en las cosas más pequeñas. El ha sido mi guía, mi instructor, mi rosa de los vientos, mi mentor...

Una gran persona, forjada a base de los martillazos del destino en el yunque de la vida, que siempre saca una sonrisa, que vive de los placeres pequeños que la oportunidad y la situación le regalan, que siempre tiene una respuesta a tus preguntas y que siempre está ahí para alegrarte el día. Una persona conocida por pocos, pero amada por todos aquellos que llegan a conocer parte de su historia.

Y es que tratándose de tan importante persona para mi, todas las palabras se quedan cortas y no puedes más que preguntarte: ¿será suficiente con ellas? La respuesta es no, no se puede expresar los sentimientos que le tengo como hijo, ni el orgullo que siento de que sea mi padre, no se puede describir cuanta falta me hace en mi día a día, ni lo lejos que lo siento a veces por culpa de la distancia.

Este es mi ídolo, un padre que siempre lucha para dar lo mejor a sus hijos, un marido que antepone el bienestar de su mujer al suyo propio, un hijo que haría lo que fuera por su padre, un hermano que siempre acude a la llamada de su familia... Mi ídolo: un héroe sin capa ni espada, un rey sin corona ni trono, un dios sin poderes ni cielo. Una persona de a pie, que todo dio por unos ideales, por una familia, por un sueño... Una persona a la que todo se lo debo...

¡Felicidades!

Te quiero, papá.