En mi día a día me tropiezo con gente que, a causa de la
realidad en la que viven, ven acotado su estado de felicidad. Creen que la
situación y la vida que les ha tocado vivir, es motivo suficiente para estar
triste. Condenados a vivir en la agonía, privados de toda felicidad,
sentenciados al dolor… Y es que reconozco que un humilde servidor que ahora te
dedica unas palabras es el primero que lo creyó.