lunes, 12 de mayo de 2014

El juglar y la doncella


Érase una vez, un juglar del tres al cuarto que mediante fácil palabrería, juegos de manos y mucha suerte, consiguió cautivar a la más bella doncella de la corte del reino.

Todo empezó, cuando, los caminos entre el chico y la chica se chuzaron por accidente. El juglar quedó totalmente prendado de ella y comenzó a escribir canciones y canciones que hablaban sobre la belleza de la doncella.

Él, pasaba los días de ciudad en ciudad, cantando una y otra vez las canciones que describían a aquella exótica mujer que había conocido hacía menos de una luna. Ella, por el contrario, vivía encerrada en un castillo, sin lujos ni cariños… donde debía permanecer todos y cada uno de los días de su vida.

El astuto juglar empezó  a cantar cada noche, con su lira y su voz, bajo de la ventana de la doncella. Una y otra y otra noche, hasta que la doncella cayó totalmente enamorada de aquel chico con tanta maña para las palabras bonitas.

Ella escapó de aquel castillo, dejó todo atrás y se fue con el juglar. Recorrieron juntos multitud de pueblos, villas y ciudades. No necesitaban muchos más lujos que el amor mutuo que sentían.

Hasta que un día… todo cambió. El juglar dejó de escribir canciones para su doncella. Quizás pensó que ella estaría con él para siempre, quizás se cansó de escribir canciones… Quizás se olvidó de hacerlo… o quizás no le apetecía… Pero el tema es que dejó de escribir. Dejó de recordarse lo mucho que quería a aquella chica que tanto le había costado conseguir y dejó de recordar a aquella doncella lo mucho que él sentía por ella.

A partir de aquí, los días se volvieron más oscuros. Poco a poco el juglar perdió las ganas de viajar, de cantar, de reír, de soñar… Hasta que un día, llegó a una casa abandonada, medio en ruinas, y decidió quedarse a vivir allí. Le dijo a la doncella que debía permanecer a su lado y, gracias a su palabrería fácil, la convenció de que allí, aislados del mundo, serían felices.

El tiempo pasó, y ambos se fueron apagando. La comida ya no sabía igual, el dormir no los ayudaba a descansar, los besos, las caricias… ya no eran lo mismo.

La doncella, siendo fiel a su amado no lo abandonó, incluso aun estando en aquella penosa situación. Intentó con todas las fuerzas de su ser hacerlo salir de aquella casucha en ruinas, que estaba consumiéndole la vida.

Los días pasaban, y nada parecía cambiar, hasta que un día…

El juglar perdió su lira. La buscó por todas las partes de la casa y no la encontraba. La buscó por los campos cercanos, y no la encontraba… La busco y busco durante días… Hasta que por fin la encontró.


Ante el pánico de creer que había perdido su lira, el juglar reaccionó. Se dio cuenta de la vida que estaba llevando… y de que casi pierde a la doncella. Despertó de su letargo y decidió dejar atrás todos aquellos días que habían pasado en aquella solitaria cabaña. Cogió a la doncella de la mano, la besó como si nada más importase, y pusieron rumbo hacia otras tierras lejanas, siguiendo el camino del Este mientras el sol de un nuevo día se alzaba en el horizonte.


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