viernes, 26 de octubre de 2012

La lluvia


Con el paso de los años, el planeta ha ido siendo modificado por el hombre, hasta tal punto en que todo lo que nos rodea, todo lo que constituye eso a lo que llamamos “mundo”, es falso, artificial, mentira… Mires donde mires la mano del hombre está presente. Hoy en día ya no puedes escapar de esta realidad, todo tu entorno es elaborado, sintético, hecho por la mano de personas como tú. 

Cuando era pequeño, me enseñaron que los seres vivos conseguían sobrevivir adaptándose al medio en que vivían. Pero los humanos adaptaron el medio a ellos. Construyeron ciudades, casas, máquinas, paredes, muros, carreteras… Quisieron eliminar la naturaleza de sus vidas, pues se sentían dueños de todo cuanto les rodeaba.

La naturaleza ya no está presente en nuestras vidas. Si vemos un árbol, de seguro será el de un parque, puesto ahí por el hombre, usado solo como decoración. Si vemos un animal, seguramente será doméstico, enseñado a comportarse dentro de una sociedad “racional”…

Pero un rayo de esperanza nace durante pocos días al cabo del año. La madre Gaia nos demuestra que ella está por encima de todo, aunque nosotros queramos darle la espalda. De repente, en este mundo artificial y falso comienza a llover. La lluvia, un fenómeno que el hombre solo puede predecir a duras penas. Una de las pocas cosas que aún no ha conseguido controlar.

Cuando llueve, la gente se siente triste. Sus miserables vidas ven rota su rutina al no poder salir de sus casas como antes lo hacían, sin mojarse. Los coches no son tan eficientes y pueden tener accidentes. De vez en cuando un rayo corta la luz en una determinada zona y la gente queda desamparada sin electricidad…

Es un reclamo de la madre Gaia, nos advierte que pensemos lo que pensemos, el planeta nunca será del hombre, ya que somos nosotros quien pertenecemos a ella.

Seguid viviendo vuestras vidas artificiales, seguid sumidos en vuestra rutina, seguid viviendo esta mentira. Pues yo seguiré dando mi vida, por tan solo poder oler una noche más a tierra mojada, por poder sentir el agua en mi cara cada vez que mire al cielo y grite contra el viento: “Por ti… ¡Aún tengo aliento!”.

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