Capítulo 1
4 de marzo de 1668
Soy Francisco de la Torre,
y soy un pirata. Reconozco que he matado, a incontables personas, pero… ¿Qué
haría un hombre para poder vivir? ¿Qué haría un capitán para poder dar de comer
a sus hombres? Yo nunca hice más ni menos que lo que haría cualquiera, aunque
sí viví un poco alejado de las leyes y normas por las que los hombres se rigen
en tierra, solo maté a quien quiso matarme, y nunca lo hice por placer y sin
motivo alguno.
No me considero mejor que
cualquier otro pirata, pero eso he sido y eso es lo que soy. Al menos, en lo
más profundo de mi ser, mi conciencia está tranquila, y sé que todo lo que hice,
tenía un motivo justificado, incluso la muerte de aquellos a los que mi espada sesgó la vida.
Nunca había escrito un diario,
ni nada parecido. Pero acontecimientos recientes, me hacen replantearme mis
costumbres, me llenan de energía y vigor para relatar mi historia y dar
constancia de que mi venganza se cumplió. Mi diario empieza hoy, y acabará el
día que dé muerte a aquel que todo me lo arrebató.
Hace 3 días, después de un
duro invierno, decidimos abordar lo que parecía un barco mercante. Llevábamos
días sin comer, y el hambre, el aburrimiento y el desánimo, hacían mella en la
tripulación. No obstante, parecían presa fácil, después de todo, solo eran
simples comerciantes, al menos a simple vista.
Aproximamos mi barco, La
Rosa Negra, hasta una distancia de abordaje. Los tripulantes del otro navío, se
rindieron sin oponer resistencia. Empezamos a cargar los bienes conseguidos en
La Rosa Negra, pero… todo era una trampa. A una voz de su capitán, todos los
“mercantes” cogieron sus armas y atacaron a mi tripulación, totalmente
desprotegida. Eran piratas disfrazados de mercantes. Mataron a todos y cada uno de mis hombres.
A mí, por mi “buena reputación”
entre piratas y por las historias que habían llegado a oídos del capitán del
otro navío, decidieron arrojarme al mar, en uno de los botes de La Rosa Negra.
Abandonándome a mi suerte.
Tres días, sin comer, sin
agua, sin poder dormir debido al fuerte oleaje. Tres días llevo en este bote,
sin esperanza alguna de sobrevivir. Pero prometo, y lo dejo por escrito, que si
de alguna manera sobrevivo, mataré al pirata que todo me lo robó, que acabó con
mis hombres, y que me robó mi barco. Juro que si hallo la manera de salir de
esta situación, dedicaré toda mi vida y todos mis esfuerzos a encontrarlo y…
¡matarlo!
10 de marzo de 1668
Me encuentro en una bonita
casa en Castilla, no sé muy bien como llegué hasta aquí, pero según me cuentan,
recogieron mi cuerpo inconsciente en una playa, me curaron las heridas y
cuidaron de mí hasta hoy, que por fin he despertado. Ignoro cuantos días he
pasado durmiendo.
Acabo de leer lo que
escribí medio moribundo en este viejo cuaderno. Lo cual, me recuerda, que si yo
estoy vivo ese pirata debe morir. Partiré mañana en su busca, hoy voy a
descansar y a recuperar fuerzas para poder enfrentarme a él, uno de los dos
debe morir.
12 de marzo de 1668
Me he colado de polizón en
un barco que se dirige a Vodacce, con la esperanza de conseguir más información
de mi enemigo. Pero también con la esperanza de encontrarme con una dama de la
cual he oído hablar en mi estancia en la casa donde me devolvieron a la vida.
Poco sé de ella, solo que
se llama Sofia Villanova. Según lo que me han contado, es la dama más bella de
toda Vodacce y probablemente, del mundo entero. Sé que apenas tengo nada que
ofrecerle y que de seguro no se fijaría en un hombre como yo, pero si no lo
intento, siento que moriré de locura.
Al menos, en el peor de los
casos, si me rechaza, moriré habiendo contemplado la luz que seguramente
desprenderán sus cálidos ojos.
20 de marzo de 1668
Mañana llegamos a Vodacce,
estoy algo nervioso, no sé por dónde empezar a buscarla, no sé qué decirle al
verla. Es curioso, desde que me hablaron de ella, no ha dejado ni un
momento de ocupar un lugar importante en mis pensamientos. Ella es el último
pensamiento con el que me acuesto, y el primero con el que me levanto. Nunca me
había pasado esto con otra persona.
21 de marzo de 1668
Después de todo lo viajado,
no es tan bella como la imaginaba… ¡es más aún! Y lo mejor, en este momento
está durmiendo a mi lado. No puedo dejar de contemplarla mientras escribo estas
palabras en el cuaderno. Haría cualquier cosa por ella, y si alguna vez alguien
osara arrebatarla de mis brazos, tendrá que hacerlo pasando por el filo de mi
espada. A su lado, todo parece insignificante. Poco me importa que mi cabeza
tenga precio, y que un ejército entero de guardias venga pisándonos los
talones.
Al bajar del barco, conocí
a dos hombres: Uno de ellos parecía muy simpático, un avalonés grande y de
personalidad curiosa, le encantó la idea de ir a presentarme a una dama que no
conocía de nada para confesarle que la amaba desde el momento en que escuché su
nombre por primera vez. El otro, un eiseno muy musculoso, busca a su hermano. He accedido a ayudarle si él me ayudaba a conquistar el corazón de mi dama.
Creo que es un noble de Eisen o algo parecido, ya que lleva unos panzerhand de
lo que creo que es hierro dragón, jamás había visto unos.
Pregunté a un pescador si
conocía a Sofía, a lo que me respondió el lugar en el que podía encontrarla.
Nos dirigimos hacia allí, y efectivamente, la encontramos donde el pescador nos
señaló. La mujer más hermosa de la tierra.
Tras una corta
presentación, reconoció abiertamente que quería ser salvada de las manos de su
hermanastra, así que, haciendo uso de una extraña reliquia que encontré hace tiempo,
subí a por ella a su balcón y la bajé hasta la calle. De repente los guardias
comenzaron a perseguirnos, ya que creían que estábamos secuestrándola.
Comenzamos a huir, hasta que el enfrentamiento fue inevitable.
El eisseno, que creo que se
llamaba Solomon, tumbó a un guardia con solo un puñetazo. Comenzamos a luchar,
pero debido al número de guardias, cada vez mayor, tuvimos que huir hacia el
puerto mientras ayudábamos a Sofía a correr con su bonito vestido.
Al llegar,
buscamos de prisa a alguien que pudiese sacarnos de allí en un barco. Por lo
visto los dos hombres que me acompañaban querían ir a una isla a buscar no sé
qué información sobre el hermano de Solomon. A mí, la verdad es que no me
importaba, si podía estar al lado de mi amada.
Hablamos con un señor
mayor, que se movía gracias a dos muletas bastante extrañas. Se llamaba Flin,
era el capitán de un barco y estaba dispuesto a llevarnos a la Isla de Caligari
por un precio que no podíamos pagar. Parecía un hombre de fiar.
Yo pagué la entrada de
Sofía, y, como no quedaba dinero para pagarme la mía, tuve que colarme al barco
como polizón… una vez más. Al menos el saber que ella iría en un camarote, cómodamente, me reconfortaba.
Desgraciadamente fui
descubierto en una de las bodegas del barco. Por suerte, el avalonés dio su
espada a Flin en pago de mi billete para viajar y el capitán me aceptó en su
barco. El navío no disponía de muchos camarotes, y Sofía y yo estamos durmiendo
juntos… junto con el eisseno y el avalonés… pero, juntos al fin y al cabo.
Aunque, viendo su gesto, daría lo que fuera porque ella pudiese dormir en otro lugar mucho más
cómodo, sé que tiene que estar pasándolo mal…no le debe ser grato dormir
rodeada de tres hombres a los que no conoce de nada. Es tan hermosa, ojalá
pudiese expresar con palabras los sentimientos que siento hacia ella.
Mañana llegaremos ante
Caligari, y yo no puedo dejar de contemplar a la mujer más bella que he llegado
a conocer en mis numerosos viajes.
Debo descansar un poco,
aunque dudo que pueda apartar mi ojos de Sofía.
22 de marzo de 1668
Todo ha salido mal. Ahora nos
dirigimos hacia la Isla de Villanova. Pronto llegaremos. Pero una gran losa
pesa ahora en mi corazón, la mujer por la que tanto arriesgué ha huido con un
marinero. Según el testimonio de Flin, su marino le prometió un vestido...
¿Acaso no cuenta todo lo que me he jugado por ella para conseguir su amor? ¿No
es suficiente que un hombre abandone sus deseos de venganza tan solo por
conseguir el favor de una dama?
Tampoco Flin resultó ser de
fiar. En el puerto enseñó a los guardias que nos perseguían un papel en el que
ponía que lo que estaba haciendo era orden de Caligari, y nos dejaron en paz.
Resulta que el papel era real, y que Flin es un hombre de Caligari.
Estábamos siendo buscados, y nos presentamos ante un capitán de barco, que no
dudó ni un momento en entregarnos y cobrar el precio que pusieron a nuestras
cabezas.
He de reconocer, que
después de todo, Flin ha compartido parte del botín que conseguirá al
entregarnos con nosotros. Dineros que si conseguimos salir de esta, no nos
vendrán nada mal en nuestra búsqueda.
Al llegar a la Isla de
Caligari, éste nos recibió en un teatro, en el que asistimos a un ensayo de una
orquesta mientras hablábamos con él.
Al final resultó que
Caligari no era el que había puesto precio a nuestras cabezas, sino Villanova, Giovanni Villanova, otro de los príncipes de Vodacce.
Caligari parecía un hombre, dentro de lo que cabe... "legal". Pero tenía un extraño
interés hacia el eisseno y el avalonés, no sé muy bien por qué, pero quería que se quedasen allí para estudiarlos. Nos contó que
probablemente Villanova nos mataría justo cuando Flin nos llevara ante él. Por
lo cual decidimos escapar.
Desgraciadamente, nos dijo
que Sofía estaría de seguro retenida por ese Villanova, ya que el marino en realidad era un hombre Giovanni y la llevó ante él. Yo desconocía que
fueran parientes, y eso explicaba algo más el interés que mostraba ese villano hacia nosotros. El caso era que debía salvarla… nuevamente.
También
conseguimos información acerca del secuestrador del hermano de Solomon, que
resultaba ser, curiosamente, el mismísimo pirata al que quería dar muerte y de seguro lo tendría retenido en La Rosa Negra.
Parecía que el camino del eiseno y el mío propio se estaban enlazando cada vez
más y más fuerte…me alegraba tener la ayuda de tan estimables aliados.
A continuación, no sé muy bien lo que
ocurrió, pero estoy seguro de lo que vi: Solomon, rezó unas palabras y abrió su
mano apuntando con ella al avalonés. De repente, comenzó a brillar la palma de
la mano del eiseno, en ella llevaba grabada lo que parecía una cruz. El
avalonés cayó al suelo, y quedó inmóvil durante un tiempo. Cuando consiguió
levantarse aseguraba que Solomon le había hecho algo, que le había quitado no sé qué de unos poderes mágicos. No entendí nada.
Caligari dio orden a Flin
para que nos entregara a Villanova. Y aquí estamos, en un barco, camino a
nuestro “funeral”. Aunque, no moriré sin luchar, eso ni pensarlo. Aún tengo que
dar caza y muerte al hombre que acabó con la vida de aquellos que depositaron
su confianza en mis dotes de mando.
Juro que no moriré mañana,
y que salvaré a Sofía de las garras de su tío.
23 de marzo de 1668
Hemos matado a Villanova.
Pensé que casi no sería posible, pero así es. Sofía vuelve a estar en mis manos, y eso es lo más importante.
Flin nos llevó a la isla, y
nos acompañó hasta él. Al llegar lo vimos en pie, con Sofía cogida por el
cuello. No entiendo como la mano de un hombre no tiembla al intentar dañar algo
tan bello… Sin dudarlo un momento, nos dispusimos a enfrentarnos a él y a sus
35 hombres, en lo que tenía por seguro que iba a ser la última gran batalla de
mi vida, pero estaba dispuesto a morir por la mujer a la que amaba.
Peleamos duro, casi morimos
todos. Sofía cayó inconsciente debido a las heridas recibidas, pero, casi que
se lo tenía merecido. Ya que cuando tenía en su mano una pistola, y la cabeza
indefensa de Villanova a solo un metro, falló el tiro adrede para no matarlo.
Su rostro se iluminó con una luz que yo nunca antes había visto en ella, tenía
una mirada... parecía como si lo amara y su amor no la dejara matar a ese
villano. Cerró los ojos y gastó su única bala contra al suelo, para no matarlo. No entiendo
por qué quiso salvarle la vida. Después de todos los sacrificios que he sufrido
por ella, después de todo lo que hice, después de tanta sangre derramada, ella
no detuvo al hombre que intentaba matarnos a todos, y lo peor de todo, parecía
que estaría dispuesta a dar su vida por la de él para salvarlo.
La batalla prosiguió y los guardias nos
rodeaban, nos superaban en una proporción de ocho a uno. Aguantamos lo que
pudimos, intentando con todas nuestras fuerzas soportar las heridas sufridas,
mientras dirigíamos todos nuestros ataques a Villanova. Desgraciadamente, Sofía
no pudo aguantar las heridas recibidas, y cayó inconsciente. Mi instinto me
decía que debía ir a por ella, a prestarle mi ayuda, pero también debía matar a
ese malnacido.
Acto seguido, Solomon consiguió
hacerse con Giovanni y lo agarró fuertemente. Todos aprovechamos para dirigir
un último ataque sobre él. Villanova no aguantó la embestida y quedó sin conocimiento.
Cuando Solomon estaba
dispuesto a acabar con la vida del villano, los guardias nos ordenaron
soltarlo, ya que ellos tenían el cuerpo inmóvil de Sofía, y estaban preparados para matarla, si nosotros no soltábamos a su príncipe.
Me sentía entre la espada y
la pared, ese villano debía morir, pero si moría, con él también moriría el
amor de mi vida.
Mientras en mi cabeza se
albergaba un conflicto de prioridades como jamás lo tuve, la mano de Solomon
comenzó a brillar de nuevo. De nuevo rezó esas extrañas palabras y me parece
que pidió consejo a su dios para que le diese la sabiduría de elegir si
Giovanni debía vivir o morir.
Viendo toda la escena, me
dispuse a salvar a Villanova, y con él, salvar a mi amada. Pero el eiseno era
mucho más fuerte de lo que pensaba, y no hubo manera de evitar que cumpliera la
voluntad que su dios le mandaba. Fueron necesarios seis guardias para reducir a
Solomon, quien al final, cayó al suelo, soltando el cuerpo ya casi sin vida del
príncipe.
A continuación, no entiendo
muy bien lo que pasó. Venían muchísimos más guardias, para darnos caza. Todo pasó en un momento. Los
guardias que portaban a Sofía la dejaron en el suelo y comenzaron a correr. Entre la confusión, el avalonés aprovechó
para hacerse con ella y huir. Yo dudé por unos momentos si ir a comprobar si
Giovanni estaba muerto o solo inconsciente. No podía dejar a ese villano vivo. Pero, resolvieron mi duda: Unas
doncellas llegaron al campo de batalla y una de ellas clavó una aguja en su
ojo. Me quedé muy sorprendido, no se quien eran esas damas, ni tampoco por qué
querían acabar con Villanova. El caso es... que ese príncipe, no volverá a
hacer daño a nadie, ahora está muerto.
Conseguimos huir a duras
penas y nadar hasta el barco de Flin...
Y sí, Villanova está
muerto, Sofía está a salvo, hemos conseguido escapar en el barco de Flin, vamos
de camino a la Isla de Caligari, nuestras heridas están curadas gracias a los
conocimientos de medicina del galeno del barco, tengo la espada de Villanova
envainada en mi cinto… pero esto no deja de ser un trago agridulce. Sacrificar
tantísimo, tan solo por la indiferencia de la mujer más bella del mundo… Me
hace sentir… el más pequeño de los insectos…
Capítulo 2
24 de marzo de 1668
Estoy rodeado de numerosos
artilugios, que ignoro el propósito o finalidad que pudieran tener. Multitud de
objetos de las más diversas formas, que mi mente solo alcanza a imaginar sus
posibles usos, de los cuales, de seguro, no acertaría con ninguno.
Al subir al barco de Flin,
conversamos con él sobre nuestro próximo destino. Nos aconsejó que lo más
lógico sería volver a ver al príncipe Caligari, y así lo hicimos. Dejamos a
Sofía en el camarote, aún inconsciente y recuperándose de sus duras y numerosas
heridas. Me dolía tantísimo verla así, que casi prefería estar ocupado en otros
quehaceres antes que verla medio muerta en una cama, eso me partía el alma en
dos.
Al llegar al palacio del
príncipe, lo encontramos de muy buen humor. Imagino que la muerte de Villanova
favorecería algún tipo de negocio que él tendría, y no se esforzó en ocultar
sus sentimientos: Se le veía eufórico. Aprovechando la situación y su buen estado
anímico, me decidí a negociar con él. Conseguí que nos prestara un barco y
tripulación, a cambio de permanecer tres días en su isla, durante los cuales
examinaría a fondo a mis dos compañeros.
Accedimos, por supuesto. Al
fin el destino nos brindaba el medio de poder perseguir a ese pirata. Solomon
estaba cada vez más cerca de su hermano, y yo cada vez más cerca de mi ansiada
venganza.
Caligari nos llevó al
sótano, donde nos encontramos ahora. Seis de sus hombres examinan los brazos
del eiseno. Al parecer, no los tiene. No sé cómo. Pero Solomon en lugar de
brazos porta unos extraños panzerhand de hierro dragón, con unas reliquias en
forma de cruz en la palma de sus manos. Según asegura él, dentro de esos
“guantes”, solo quedan las cenizas de lo que antaño fueron sus brazos.
Cuando fue el turno del
avalonés, lo metieron en una sala, de vez en cuando se oyen gritos debido a los
esfuerzos físicos a los que lo están sometiendo, pero no parece estar pasándolo
mal. En realidad, puede que hasta se esté divirtiendo. Es un tipo muy raro.
25 de marzo de 1668
Segundo día en la
residencia de Caligari. Nada interesante aconteció durante todo un día. Las
pruebas con mis compañeros siguieron y yo solo me dediqué a vagar un poco por
el palacio… con un único y perturbador pensamiento: “¿Cómo estará Sofía?”.
Según parece, mañana iremos
al entierro de Villanova, “disfrazados” de hombres de Caligari. La verdad, no
sé si es buena idea, pero insistió muchísimo. No pienso negarle nada al
príncipe si a cambio va a darnos un barco. Además, eso me mantendrá ocupado y
puede que deje de pensar un poco en Sofía, que ella ocupe tanto mis
pensamientos solo está haciendo que vaya perdiendo poco a poco la cordura.
26 de marzo de 1668
Intentaré ser lo más claro
y ordenado posible dentro del caos en el que me hallo involucrado.
La mañana transcurrió
tranquila, como las dos anteriores. Tan solo el ir y venir de personas hacia el
barco de Flin hacía intuir que haríamos un viaje inminente. Partimos sobre la
hora de comer, hacia Numa, capital de Vodacce, a asistir a su funeral. Mis
compañeros y yo llevábamos ropa semejante a la que llevaban los hombres de
Caligari con el fin de pasar desapercibidos.
Llegamos a un cementerio,
rodeado de panteones y tumbas familiares. Allí, vimos el cuerpo de Villanova, semimetido
en su ataúd. Todos los príncipes habían venido, a darle el último adiós a
Giovanni. El entierro fue particularmente aburrido y monótono para mí. Pensé
que el venir aquí me haría olvidar por unos instantes a la persona que robó lo
que quedaba de mi cansado corazón, y resulta, que estoy pensando en ella más
que nunca.
Allí estaban los príncipes
que quedaban en Vodacce, Esteban Verdugo, el inquisidor, Javier Chaparro, el
hierofante… y multitud de personalidades conocidas por todos. Todo transcurrió
como en cualquier otro entierro normal, hasta que anunciaron que la banda iba a
interpretar la obra que Villanova había elegido para su funeral.
La letra, creo que decía
algo así:
E se io muoio da partigiano,
tu mi devi seppellir.
E seppellire lassù in montagna,
sotto l'ombra di un bel fior.
E le genti che passeranno
mi diranno «Che bel fior!»
«E questo è il fiore del partigiano»,
o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao!
«E questo é il fiore del partigiano
morto per la libertà!»
morto per la libertà!»
(Y si yo muero de partisano.
Tú me debes enterrar.
Enterrar allá en la montaña.
Bajo la sombra de una bella flor.
Y la gente que pasará
Me dirá «¡qué bella flor!»
«Y ésta es la flor del partisano»,
Adiós bella, adiós bella, adiós bella, adiós, adiós.
«Y ésta es la flor del partisano,
muerto por la libertad».)
Tú me debes enterrar.
Enterrar allá en la montaña.
Bajo la sombra de una bella flor.
Y la gente que pasará
Me dirá «¡qué bella flor!»
«Y ésta es la flor del partisano»,
Adiós bella, adiós bella, adiós bella, adiós, adiós.
«Y ésta es la flor del partisano,
muerto por la libertad».)
Durante la misma, Caligari
comenzó a irse. Lo seguí unos metros hasta que me pidió si podía regresar, y si
alguien preguntaba por él, responderle que se sentía un poco indispuesto. Así lo
hice. Volví sin vacilarle al hombre que estaba a punto de facilitarme los
recursos para llevar a cabo mi venganza.
Cuando la música acabó, la
guardia real apuntaba con sus fusiles al cielo para realizar una ráfaga de tiros en honor a su
príncipe, pero en lugar de disparar al cielo, cambiaron la trayectoria del
tiro. Alcanzaron a casi todos los príncipes. Uno de ellos, el que tenía justo
al lado, murió en el acto. Los demás, consiguieron cubrirse con sus hombres y
protegerse de las balas. Algo me decía que estábamos en medio de una trampa, de
un asesinato masivo y premeditado de Villanova hacia cada uno de los príncipes.
Sin saber muy bien cómo ni
por qué, me vi envuelto en una sangrienta batalla, donde estaban perdiendo la
vida demasiadas personas inocentes, incluyendo mujeres y niños allí presentes.
Yo sin dudarlo un segundo, salté a la acción e intenté ayudar a todos los
indefensos que pude. Luché contra unos 40 guardias de Villanova, y gracias a la
ayuda de mis amigos, salí victorioso de la batalla campal que allí se vivía.
Cuando todo se calmó un
poco, mi compañero, el avalonés, se acercó a un hombre que parecía que había
tomado el control de la situación. Se llamaba Santiago Buendía. Mi amigo le
confesó que había visto como alguien, entre la confusión y el miedo del momento,
había aprovechado para robar el cuerpo sin vida de Giovanni Villanova.
Volvimos al barco de Flin.
Lo primero que hice al llegar fue ir a visitar a Sofía, con la esperanza de que
estuviera despierta, y de que sus heridas estuvieran ya sanadas.
Mientras me dirigía al
camarote, me crucé con un hombre. Nunca olvidaré su rostro, ni su nombre, Joan
Carlo, un hombre de Flin, el marinero que había prometido un vestido a Sofía y
que justo después la había vendido a Villanova. Perdoné su vida en ese momento,
por encontrarme de invitado en un barco que no era mío, y porque necesitaba ver
a Sofía de inmediato. No quería más problemas. No obstante, memoricé cada
centímetro de su cara, con la esperanza de algún día, devolverle el “favor”.
Al llegar, había un hombre
en la puerta, me dejó pasar. Y allí estaba ella, en pie, recuperada al fin,
consciente, sus grandes ojos me miraron y sentí la más intensa paz que un
hombre pudiese llegar a sentir a lo largo de toda una vida. Pero, ahora que la
tenía delante, apenas era capaz de articular palabra. Tantas veces había soñado
con este momento durante estos tres últimos días…
Le pregunté cómo le había
ido… Y fue entonces cuando descubrí que la habían torturado, acuchillado y, cinco
de los hombres de Villanova, la habían violado… ¡Qué suerte tuvo Villanova de
estar muerto en aquel momento! Habría atravesado a nado el mar, y me habría
enfrentado a cientos de sus hombres, tan solo para llegar hasta él y poder ver
apagarse la vida en sus ojos, hacerle sufrir el daño que Sofía
recibió. Aun así, ya estaba muerto. No obstante, juro que después de muerto, lo
buscaré en el más allá y haré que pague por lo que le hizo a Sofía.
La conversación fluyó, de
manera más o menos intermitente… yo aún estaba impactado de pensar e imaginar
todo por lo que Sofía habría tenido que pasar. Pero recuerdo que me contó que
ella era una especie de bruja que podía ver el futuro y el destino de las
personas.
Me advirtió que yo estaría
inmerso en una gran guerra, de la que si conseguía salir con vida llegaría a
una batalla naval, y que si por lo que sea también burlara a la muerte en esa contienda,
pasaría el resto de mi vida perseguido por unas personas. Espero que toda esa
batalla naval sea la muerte del pirata al que busco. También me aseguró que si
consiguiese no sé qué cosa, ella tendría el poder de cambiar el futuro.
Reconozco que esto último me gustó particularmente. ¿Conocer a una bruja que pudiese
cambiar el futuro?… Interesante.
Mientras hablábamos llegó
el avalonés y también quiso conocer su destino. Sofía le habló de cosas que no
llegué a entender, aunque por el gesto de ella, intuyo que ella tampoco tenía
muy claro lo que significaba. Mientras hablaban, ella comenzó a mirarlo, con la
misma mirada que miró a Villanova antes de fallar el tiro adrede. Esa mirada,
tan ardiente, tan llena de deseo. Parecía que todos llamaban más su atención
que un simple pirata con un corazón hecho añicos.
Salimos un rato por la cubierta
a dar un paseo mientras conversábamos, yo no dejaba de pensar en la mirada que
Sofía le había dedicado al avalonés. Parece que de repente, le dio un poco de
frío, y me pidió mi abrigo. Yo se lo dejé encantado. Mientras nos dirigíamos a
la popa, Sofía distinguió, sobre una barandilla, a Joan Carlo, aquel marino que
la engañó y la vendió para ser violada.
Me dijo que tenía asuntos
pendientes con él. Yo ya sabía a lo que se referiría, con lo que no iba a
detenerla. Ella me explicó que deseaba maldecir a ese marinero mediante
brujería, pero que para ello debía besarlo. Me resigné, hasta el marinero que
la había vendido para que fuese violada tenía más derecho a un beso que yo. Perdida
toda esperanza, y dejando que hablaran mis impulsos más primarios, le pedí que
me maldijera a mí también, que estaba dispuesto a pagar con una maldición de por
vida, uno de sus besos. Después de tanto esperarlo y de soñar con sus labios,
una simple maldición, me parecía un pago insignificante por poder besar a la
mujer a la que tanto amaba.
Ella, dijo unas palabras
que jamás olvidaré: “No tengo por qué maldecirte para poder besarte”. El sol se
estaba poniendo en el horizonte, sus últimos rayos alumbraban y
calentaban la blanca piel de Sofía, el reflejo de ellos pintaba de tonos naranjas,
amarillos y rojos un mar calmado. El barco se mecía suavemente de babor a
estribor como si bailase al compás que marcaban las olas. La brisa con sabor
salado acariciaba mi rostro…era el momento. Di un paso adelante, hacia a ella,
la agarré por la cintura, y nos fundimos en un beso que por muchas vidas
humanas que llegase a vivir, jamás podré llegar a olvidarlo.
Me separé lentamente de
ella, mientras no dejaba de mirar esos ojos que tanto me habían hecho perder la
cabeza. Si soy totalmente sincero, poco recuerdo de lo que dijimos justo
después de aquel beso, lo único que sé, es que volvimos a besarnos.
Mientras disfrutaba de mi
nuevo correspondido amor, llegó un hombre, y nos pidió que le acompañásemos.
Sofía estaba cogida de mi mano, y no la solté para acompañar a aquel hombre.
Nos llevó a una comisaría, en tierra, donde me interrogarían como testigo sobre
qué había visto en el entierro de Villanova. Ella simplemente se limitaba a
acompañarme, puede que después de todo
también me amase.
Al entrar en la sala de
interrogatorios, preguntaron nuestros nombres. Cuando respondió Sofía, los
guardias nos apresaron, nos retuvieron y nos metieron en la celda en la que ahora
mismo nos encontramos, esperando que aparezca la familia Villanova para
llevarse a Sofía. Vuelvo a estar separado de ella por unos barrotes.
Pero, no permitiré que se
la lleven, no permitiré que me separen nuevamente de ella, no pienso rendirme.
No voy a quedarme aquí sentado mirando cómo pasan las horas, hasta que su
familia llegue y la arrebaten de mis brazos. He luchado y sufrido tanto por
ella sin saber si sería correspondido o no, que ahora, sabiendo que lo soy, me
siento capaz de acabar con un ejército yo solo, capaz de conquistar el mundo, capaz de doblegar a voluntad a los más influyentes tiranos... y, sobretodo, capaz de fundir el hierro de los barrotes que me separan de Sofía... ¡Encontraré la forma de salir de aquí!
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