jueves, 17 de enero de 2013

Diario de un pirata (capítulos 1 y 2)


Capítulo 1

4 de marzo de 1668

Soy Francisco de la Torre, y soy un pirata. Reconozco que he matado, a incontables personas, pero… ¿Qué haría un hombre para poder vivir? ¿Qué haría un capitán para poder dar de comer a sus hombres? Yo nunca hice más ni menos que lo que haría cualquiera, aunque sí viví un poco alejado de las leyes y normas por las que los hombres se rigen en tierra, solo maté a quien quiso matarme, y nunca lo hice por placer y sin motivo alguno.


No me considero mejor que cualquier otro pirata, pero eso he sido y eso es lo que soy. Al menos, en lo más profundo de mi ser, mi conciencia está tranquila, y sé que todo lo que hice, tenía un motivo justificado, incluso la muerte de aquellos a los que mi espada sesgó la vida.

Nunca había escrito un diario, ni nada parecido. Pero acontecimientos recientes, me hacen replantearme mis costumbres, me llenan de energía y vigor para relatar mi historia y dar constancia de que mi venganza se cumplió. Mi diario empieza hoy, y acabará el día que dé muerte a aquel que todo me lo arrebató.

Hace 3 días, después de un duro invierno, decidimos abordar lo que parecía un barco mercante. Llevábamos días sin comer, y el hambre, el aburrimiento y el desánimo, hacían mella en la tripulación. No obstante, parecían presa fácil, después de todo, solo eran simples comerciantes, al menos a simple vista.

Aproximamos mi barco, La Rosa Negra, hasta una distancia de abordaje. Los tripulantes del otro navío, se rindieron sin oponer resistencia. Empezamos a cargar los bienes conseguidos en La Rosa Negra, pero… todo era una trampa. A una voz de su capitán, todos los “mercantes” cogieron sus armas y atacaron a mi tripulación, totalmente desprotegida. Eran piratas disfrazados de mercantes. Mataron a todos y cada uno de mis hombres.

A mí, por mi “buena reputación” entre piratas y por las historias que habían llegado a oídos del capitán del otro navío, decidieron arrojarme al mar, en uno de los botes de La Rosa Negra. Abandonándome a mi suerte.

Tres días, sin comer, sin agua, sin poder dormir debido al fuerte oleaje. Tres días llevo en este bote, sin esperanza alguna de sobrevivir. Pero prometo, y lo dejo por escrito, que si de alguna manera sobrevivo, mataré al pirata que todo me lo robó, que acabó con mis hombres, y que me robó mi barco. Juro que si hallo la manera de salir de esta situación, dedicaré toda mi vida y todos mis esfuerzos a encontrarlo y… ¡matarlo!


10 de marzo de 1668

Me encuentro en una bonita casa en Castilla, no sé muy bien como llegué hasta aquí, pero según me cuentan, recogieron mi cuerpo inconsciente en una playa, me curaron las heridas y cuidaron de mí hasta hoy, que por fin he despertado. Ignoro cuantos días he pasado durmiendo.

Acabo de leer lo que escribí medio moribundo en este viejo cuaderno. Lo cual, me recuerda, que si yo estoy vivo ese pirata debe morir. Partiré mañana en su busca, hoy voy a descansar y a recuperar fuerzas para poder enfrentarme a él, uno de los dos debe morir.


12 de marzo de 1668

Me he colado de polizón en un barco que se dirige a Vodacce, con la esperanza de conseguir más información de mi enemigo. Pero también con la esperanza de encontrarme con una dama de la cual he oído hablar en mi estancia en la casa donde me devolvieron a la vida.

Poco sé de ella, solo que se llama Sofia Villanova. Según lo que me han contado, es la dama más bella de toda Vodacce y probablemente, del mundo entero. Sé que apenas tengo nada que ofrecerle y que de seguro no se fijaría en un hombre como yo, pero si no lo intento, siento que moriré de locura.

Al menos, en el peor de los casos, si me rechaza, moriré habiendo contemplado la luz que seguramente desprenderán sus cálidos ojos.


20 de marzo de 1668

Mañana llegamos a Vodacce, estoy algo nervioso, no sé por dónde empezar a buscarla, no sé qué decirle al verla. Es curioso, desde que me hablaron de ella, no ha dejado ni un momento de ocupar un lugar importante en mis pensamientos. Ella es el último pensamiento con el que me acuesto, y el primero con el que me levanto. Nunca me había pasado esto con otra persona.


21 de marzo de 1668

Después de todo lo viajado, no es tan bella como la imaginaba… ¡es más aún! Y lo mejor, en este momento está durmiendo a mi lado. No puedo dejar de contemplarla mientras escribo estas palabras en el cuaderno. Haría cualquier cosa por ella, y si alguna vez alguien osara arrebatarla de mis brazos, tendrá que hacerlo pasando por el filo de mi espada. A su lado, todo parece insignificante. Poco me importa que mi cabeza tenga precio, y que un ejército entero de guardias venga pisándonos los talones.

Al bajar del barco, conocí a dos hombres: Uno de ellos parecía muy simpático, un avalonés grande y de personalidad curiosa, le encantó la idea de ir a presentarme a una dama que no conocía de nada para confesarle que la amaba desde el momento en que escuché su nombre por primera vez. El otro, un eiseno muy musculoso, busca a su hermano. He accedido a ayudarle si él me ayudaba a conquistar el corazón de mi dama. Creo que es un noble de Eisen o algo parecido, ya que lleva unos panzerhand de lo que creo que es hierro dragón, jamás había visto unos.

Pregunté a un pescador si conocía a Sofía, a lo que me respondió el lugar en el que podía encontrarla. Nos dirigimos hacia allí, y efectivamente, la encontramos donde el pescador nos señaló. La mujer más hermosa de la tierra.

Tras una corta presentación, reconoció abiertamente que quería ser salvada de las manos de su hermanastra, así que, haciendo uso de una extraña reliquia que encontré hace tiempo, subí a por ella a su balcón y la bajé hasta la calle. De repente los guardias comenzaron a perseguirnos, ya que creían que estábamos secuestrándola. Comenzamos a huir, hasta que el enfrentamiento fue inevitable.

El eisseno, que creo que se llamaba Solomon, tumbó a un guardia con solo un puñetazo. Comenzamos a luchar, pero debido al número de guardias, cada vez mayor, tuvimos que huir hacia el puerto mientras ayudábamos a Sofía a correr con su bonito vestido.

Al llegar, buscamos de prisa a alguien que pudiese sacarnos de allí en un barco. Por lo visto los dos hombres que me acompañaban querían ir a una isla a buscar no sé qué información sobre el hermano de Solomon. A mí, la verdad es que no me importaba, si podía estar al lado de mi amada.

Hablamos con un señor mayor, que se movía gracias a dos muletas bastante extrañas. Se llamaba Flin, era el capitán de un barco y estaba dispuesto a llevarnos a la Isla de Caligari por un precio que no podíamos pagar. Parecía un hombre de fiar.

Yo pagué la entrada de Sofía, y, como no quedaba dinero para pagarme la mía, tuve que colarme al barco como polizón… una vez más. Al menos el saber que ella iría en un camarote, cómodamente, me reconfortaba.

Desgraciadamente fui descubierto en una de las bodegas del barco. Por suerte, el avalonés dio su espada a Flin en pago de mi billete para viajar y el capitán me aceptó en su barco. El navío no disponía de muchos camarotes, y Sofía y yo estamos durmiendo juntos… junto con el eisseno y el avalonés… pero, juntos al fin y al cabo.

Aunque, viendo su gesto, daría lo que fuera porque ella pudiese dormir en otro lugar mucho más cómodo, sé que tiene que estar pasándolo mal…no le debe ser grato dormir rodeada de tres hombres a los que no conoce de nada. Es tan hermosa, ojalá pudiese expresar con palabras los sentimientos que siento hacia ella.

Mañana llegaremos ante Caligari, y yo no puedo dejar de contemplar a la mujer más bella que he llegado a conocer en mis numerosos viajes.

Debo descansar un poco, aunque dudo que pueda apartar mi ojos de Sofía.


22 de marzo de 1668

Todo ha salido mal. Ahora nos dirigimos hacia la Isla de Villanova. Pronto llegaremos. Pero una gran losa pesa ahora en mi corazón, la mujer por la que tanto arriesgué ha huido con un marinero. Según el testimonio de Flin, su marino le prometió un vestido... ¿Acaso no cuenta todo lo que me he jugado por ella para conseguir su amor? ¿No es suficiente que un hombre abandone sus deseos de venganza tan solo por conseguir el favor de una dama?

Tampoco Flin resultó ser de fiar. En el puerto enseñó a los guardias que nos perseguían un papel en el que ponía que lo que estaba haciendo era orden de Caligari, y nos dejaron en paz. Resulta que el papel era real, y que Flin es un hombre de Caligari. Estábamos siendo buscados, y nos presentamos ante un capitán de barco, que no dudó ni un momento en entregarnos y cobrar el precio que pusieron a nuestras cabezas.

He de reconocer, que después de todo, Flin ha compartido parte del botín que conseguirá al entregarnos con nosotros. Dineros que si conseguimos salir de esta, no nos vendrán nada mal en nuestra búsqueda.

Al llegar a la Isla de Caligari, éste nos recibió en un teatro, en el que asistimos a un ensayo de una orquesta mientras hablábamos con él.

Al final resultó que Caligari no era el que había puesto precio a nuestras cabezas, sino Villanova, Giovanni Villanova, otro de los príncipes de Vodacce. Caligari parecía un hombre, dentro de lo que cabe... "legal". Pero tenía un extraño interés hacia el eisseno y el avalonés, no sé muy bien por qué, pero quería que se quedasen allí para estudiarlos. Nos contó que probablemente Villanova nos mataría justo cuando Flin nos llevara ante él. Por lo cual decidimos escapar.

Desgraciadamente, nos dijo que Sofía estaría de seguro retenida por ese Villanova, ya que el marino en realidad era un hombre Giovanni y la llevó ante él. Yo desconocía que fueran parientes, y eso explicaba algo más el interés que mostraba ese villano hacia nosotros. El caso era que debía salvarla… nuevamente.

También conseguimos información acerca del secuestrador del hermano de Solomon, que resultaba ser, curiosamente, el mismísimo pirata al que quería dar muerte y de seguro lo tendría retenido en La Rosa Negra. Parecía que el camino del eiseno y el mío propio se estaban enlazando cada vez más y más fuerte…me alegraba tener la ayuda de tan estimables aliados.

A continuación, no sé muy bien lo que ocurrió, pero estoy seguro de lo que vi: Solomon, rezó unas palabras y abrió su mano apuntando con ella al avalonés. De repente, comenzó a brillar la palma de la mano del eiseno, en ella llevaba grabada lo que parecía una cruz. El avalonés cayó al suelo, y quedó inmóvil durante un tiempo. Cuando consiguió levantarse aseguraba que Solomon le había hecho algo, que le había quitado no sé qué de unos poderes mágicos. No entendí nada.

Caligari dio orden a Flin para que nos entregara a Villanova. Y aquí estamos, en un barco, camino a nuestro “funeral”. Aunque, no moriré sin luchar, eso ni pensarlo. Aún tengo que dar caza y muerte al hombre que acabó con la vida de aquellos que depositaron su confianza en mis dotes de mando.

Juro que no moriré mañana, y que salvaré a Sofía de las garras de su tío.


23 de marzo de 1668

Hemos matado a Villanova. Pensé que casi no sería posible, pero así es. Sofía vuelve a estar en mis manos, y eso es lo más importante.

Flin nos llevó a la isla, y nos acompañó hasta él. Al llegar lo vimos en pie, con Sofía cogida por el cuello. No entiendo como la mano de un hombre no tiembla al intentar dañar algo tan bello… Sin dudarlo un momento, nos dispusimos a enfrentarnos a él y a sus 35 hombres, en lo que tenía por seguro que iba a ser la última gran batalla de mi vida, pero estaba dispuesto a morir por la mujer a la que amaba.

Peleamos duro, casi morimos todos. Sofía cayó inconsciente debido a las heridas recibidas, pero, casi que se lo tenía merecido. Ya que cuando tenía en su mano una pistola, y la cabeza indefensa de Villanova a solo un metro, falló el tiro adrede para no matarlo. Su rostro se iluminó con una luz que yo nunca antes había visto en ella, tenía una mirada... parecía como si lo amara y su amor no la dejara matar a ese villano. Cerró los ojos y gastó su única bala contra al suelo, para no matarlo. No entiendo por qué quiso salvarle la vida. Después de todos los sacrificios que he sufrido por ella, después de todo lo que hice, después de tanta sangre derramada, ella no detuvo al hombre que intentaba matarnos a todos, y lo peor de todo, parecía que estaría dispuesta a dar su vida por la de él para salvarlo.

La batalla prosiguió y los guardias nos rodeaban, nos superaban en una proporción de ocho a uno. Aguantamos lo que pudimos, intentando con todas nuestras fuerzas soportar las heridas sufridas, mientras dirigíamos todos nuestros ataques a Villanova. Desgraciadamente, Sofía no pudo aguantar las heridas recibidas, y cayó inconsciente. Mi instinto me decía que debía ir a por ella, a prestarle mi ayuda, pero también debía matar a ese malnacido.

Acto seguido, Solomon consiguió hacerse con Giovanni y lo agarró fuertemente. Todos aprovechamos para dirigir un último ataque sobre él. Villanova no aguantó la embestida y quedó sin conocimiento.

Cuando Solomon estaba dispuesto a acabar con la vida del villano, los guardias nos ordenaron soltarlo, ya que ellos tenían el cuerpo inmóvil de Sofía, y estaban preparados para matarla, si nosotros no soltábamos a su príncipe.

Me sentía entre la espada y la pared, ese villano debía morir, pero si moría, con él también moriría el amor de mi vida.

Mientras en mi cabeza se albergaba un conflicto de prioridades como jamás lo tuve, la mano de Solomon comenzó a brillar de nuevo. De nuevo rezó esas extrañas palabras y me parece que pidió consejo a su dios para que le diese la sabiduría de elegir si Giovanni debía vivir o morir.

Viendo toda la escena, me dispuse a salvar a Villanova, y con él, salvar a mi amada. Pero el eiseno era mucho más fuerte de lo que pensaba, y no hubo manera de evitar que cumpliera la voluntad que su dios le mandaba. Fueron necesarios seis guardias para reducir a Solomon, quien al final, cayó al suelo, soltando el cuerpo ya casi sin vida del príncipe.

A continuación, no entiendo muy bien lo que pasó. Venían muchísimos más guardias, para darnos caza. Todo pasó en un momento. Los guardias que portaban a Sofía la dejaron en el suelo y comenzaron a correr. Entre la confusión, el avalonés aprovechó para hacerse con ella y huir. Yo dudé por unos momentos si ir a comprobar si Giovanni estaba muerto o solo inconsciente. No podía dejar a ese villano vivo. Pero, resolvieron mi duda: Unas doncellas llegaron al campo de batalla y una de ellas clavó una aguja en su ojo. Me quedé muy sorprendido, no se quien eran esas damas, ni tampoco por qué querían acabar con Villanova. El caso es... que ese príncipe, no volverá a hacer daño a nadie, ahora está muerto.

Conseguimos huir a duras penas y nadar hasta el barco de Flin...

Y sí, Villanova está muerto, Sofía está a salvo, hemos conseguido escapar en el barco de Flin, vamos de camino a la Isla de Caligari, nuestras heridas están curadas gracias a los conocimientos de medicina del galeno del barco, tengo la espada de Villanova envainada en mi cinto… pero esto no deja de ser un trago agridulce. Sacrificar tantísimo, tan solo por la indiferencia de la mujer más bella del mundo… Me hace sentir… el más pequeño de los insectos…



Capítulo 2


24 de marzo de 1668

Estoy rodeado de numerosos artilugios, que ignoro el propósito o finalidad que pudieran tener. Multitud de objetos de las más diversas formas, que mi mente solo alcanza a imaginar sus posibles usos, de los cuales, de seguro, no acertaría con ninguno.

Al subir al barco de Flin, conversamos con él sobre nuestro próximo destino. Nos aconsejó que lo más lógico sería volver a ver al príncipe Caligari, y así lo hicimos. Dejamos a Sofía en el camarote, aún inconsciente y recuperándose de sus duras y numerosas heridas. Me dolía tantísimo verla así, que casi prefería estar ocupado en otros quehaceres antes que verla medio muerta en una cama, eso me partía el alma en dos.

Al llegar al palacio del príncipe, lo encontramos de muy buen humor. Imagino que la muerte de Villanova favorecería algún tipo de negocio que él tendría, y no se esforzó en ocultar sus sentimientos: Se le veía eufórico. Aprovechando la situación y su buen estado anímico, me decidí a negociar con él. Conseguí que nos prestara un barco y tripulación, a cambio de permanecer tres días en su isla, durante los cuales examinaría a fondo a mis dos compañeros.

Accedimos, por supuesto. Al fin el destino nos brindaba el medio de poder perseguir a ese pirata. Solomon estaba cada vez más cerca de su hermano, y yo cada vez más cerca de mi ansiada venganza.

Caligari nos llevó al sótano, donde nos encontramos ahora. Seis de sus hombres examinan los brazos del eiseno. Al parecer, no los tiene. No sé cómo. Pero Solomon en lugar de brazos porta unos extraños panzerhand de hierro dragón, con unas reliquias en forma de cruz en la palma de sus manos. Según asegura él, dentro de esos “guantes”, solo quedan las cenizas de lo que antaño fueron sus brazos.

Cuando fue el turno del avalonés, lo metieron en una sala, de vez en cuando se oyen gritos debido a los esfuerzos físicos a los que lo están sometiendo, pero no parece estar pasándolo mal. En realidad, puede que hasta se esté divirtiendo. Es un tipo muy raro.


25 de marzo de 1668

Segundo día en la residencia de Caligari. Nada interesante aconteció durante todo un día. Las pruebas con mis compañeros siguieron y yo solo me dediqué a vagar un poco por el palacio… con un único y perturbador pensamiento: “¿Cómo estará Sofía?”.

Según parece, mañana iremos al entierro de Villanova, “disfrazados” de hombres de Caligari. La verdad, no sé si es buena idea, pero insistió muchísimo. No pienso negarle nada al príncipe si a cambio va a darnos un barco. Además, eso me mantendrá ocupado y puede que deje de pensar un poco en Sofía, que ella ocupe tanto mis pensamientos solo está haciendo que vaya perdiendo poco a poco la cordura.


26 de marzo de 1668

Intentaré ser lo más claro y ordenado posible dentro del caos en el que me hallo involucrado.

La mañana transcurrió tranquila, como las dos anteriores. Tan solo el ir y venir de personas hacia el barco de Flin hacía intuir que haríamos un viaje inminente. Partimos sobre la hora de comer, hacia Numa, capital de Vodacce, a asistir a su funeral. Mis compañeros y yo llevábamos ropa semejante a la que llevaban los hombres de Caligari con el fin de pasar desapercibidos.

Llegamos a un cementerio, rodeado de panteones y tumbas familiares. Allí, vimos el cuerpo de Villanova, semimetido en su ataúd. Todos los príncipes habían venido, a darle el último adiós a Giovanni. El entierro fue particularmente aburrido y monótono para mí. Pensé que el venir aquí me haría olvidar por unos instantes a la persona que robó lo que quedaba de mi cansado corazón, y resulta, que estoy pensando en ella más que nunca.

Allí estaban los príncipes que quedaban en Vodacce, Esteban Verdugo, el inquisidor, Javier Chaparro, el hierofante… y multitud de personalidades conocidas por todos. Todo transcurrió como en cualquier otro entierro normal, hasta que anunciaron que la banda iba a interpretar la obra que Villanova había elegido para su funeral.

La letra, creo que decía algo así:

E se io muoio da partigiano,
tu mi devi seppellir.

E seppellire lassù in montagna,
sotto l'ombra di un bel fior.

E le genti che passeranno
mi diranno «Che bel fior!»

«E questo è il fiore del partigiano»,
o bella, ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao!
«E questo é il fiore del partigiano
morto per la libertà!»

(Y si yo muero de partisano.
Tú me debes enterrar.

Enterrar allá en la montaña.
Bajo la sombra de una bella flor.

Y la gente que pasará
Me dirá «¡qué bella flor!»

«Y ésta es la flor del partisano»,
Adiós bella, adiós bella, adiós bella, adiós, adiós.
«Y ésta es la flor del partisano,
muerto por la libertad».)

Durante la misma, Caligari comenzó a irse. Lo seguí unos metros hasta que me pidió si podía regresar, y si alguien preguntaba por él, responderle que se sentía un poco indispuesto. Así lo hice. Volví sin vacilarle al hombre que estaba a punto de facilitarme los recursos para llevar a cabo mi venganza.

Cuando la música acabó, la guardia real apuntaba con sus fusiles al cielo para realizar una ráfaga de tiros en honor a su príncipe, pero en lugar de disparar al cielo, cambiaron la trayectoria del tiro. Alcanzaron a casi todos los príncipes. Uno de ellos, el que tenía justo al lado, murió en el acto. Los demás, consiguieron cubrirse con sus hombres y protegerse de las balas. Algo me decía que estábamos en medio de una trampa, de un asesinato masivo y premeditado de Villanova hacia cada uno de los príncipes.

Sin saber muy bien cómo ni por qué, me vi envuelto en una sangrienta batalla, donde estaban perdiendo la vida demasiadas personas inocentes, incluyendo mujeres y niños allí presentes. Yo sin dudarlo un segundo, salté a la acción e intenté ayudar a todos los indefensos que pude. Luché contra unos 40 guardias de Villanova, y gracias a la ayuda de mis amigos, salí victorioso de la batalla campal que allí se vivía.

Cuando todo se calmó un poco, mi compañero, el avalonés, se acercó a un hombre que parecía que había tomado el control de la situación. Se llamaba Santiago Buendía. Mi amigo le confesó que había visto como alguien, entre la confusión y el miedo del momento, había aprovechado para robar el cuerpo sin vida de Giovanni Villanova.

Volvimos al barco de Flin. Lo primero que hice al llegar fue ir a visitar a Sofía, con la esperanza de que estuviera despierta, y de que sus heridas estuvieran ya sanadas.

Mientras me dirigía al camarote, me crucé con un hombre. Nunca olvidaré su rostro, ni su nombre, Joan Carlo, un hombre de Flin, el marinero que había prometido un vestido a Sofía y que justo después la había vendido a Villanova. Perdoné su vida en ese momento, por encontrarme de invitado en un barco que no era mío, y porque necesitaba ver a Sofía de inmediato. No quería más problemas. No obstante, memoricé cada centímetro de su cara, con la esperanza de algún día, devolverle el “favor”.

Al llegar, había un hombre en la puerta, me dejó pasar. Y allí estaba ella, en pie, recuperada al fin, consciente, sus grandes ojos me miraron y sentí la más intensa paz que un hombre pudiese llegar a sentir a lo largo de toda una vida. Pero, ahora que la tenía delante, apenas era capaz de articular palabra. Tantas veces había soñado con este momento durante estos tres últimos días…

Le pregunté cómo le había ido… Y fue entonces cuando descubrí que la habían torturado, acuchillado y, cinco de los hombres de Villanova, la habían violado… ¡Qué suerte tuvo Villanova de estar muerto en aquel momento! Habría atravesado a nado el mar, y me habría enfrentado a cientos de sus hombres, tan solo para llegar hasta él y poder ver apagarse la vida en sus ojos, hacerle sufrir el daño que Sofía recibió. Aun así, ya estaba muerto. No obstante, juro que después de muerto, lo buscaré en el más allá y haré que pague por lo que le hizo a Sofía.

La conversación fluyó, de manera más o menos intermitente… yo aún estaba impactado de pensar e imaginar todo por lo que Sofía habría tenido que pasar. Pero recuerdo que me contó que ella era una especie de bruja que podía ver el futuro y el destino de las personas.

Me advirtió que yo estaría inmerso en una gran guerra, de la que si conseguía salir con vida llegaría a una batalla naval, y que si por lo que sea también burlara a la muerte en esa contienda, pasaría el resto de mi vida perseguido por unas personas. Espero que toda esa batalla naval sea la muerte del pirata al que busco. También me aseguró que si consiguiese no sé qué cosa, ella tendría el poder de cambiar el futuro. Reconozco que esto último me gustó particularmente. ¿Conocer a una bruja que pudiese cambiar el futuro?… Interesante.

Mientras hablábamos llegó el avalonés y también quiso conocer su destino. Sofía le habló de cosas que no llegué a entender, aunque por el gesto de ella, intuyo que ella tampoco tenía muy claro lo que significaba. Mientras hablaban, ella comenzó a mirarlo, con la misma mirada que miró a Villanova antes de fallar el tiro adrede. Esa mirada, tan ardiente, tan llena de deseo. Parecía que todos llamaban más su atención que un simple pirata con un corazón hecho añicos.

Salimos un rato por la cubierta a dar un paseo mientras conversábamos, yo no dejaba de pensar en la mirada que Sofía le había dedicado al avalonés. Parece que de repente, le dio un poco de frío, y me pidió mi abrigo. Yo se lo dejé encantado. Mientras nos dirigíamos a la popa, Sofía distinguió, sobre una barandilla, a Joan Carlo, aquel marino que la engañó y la vendió para ser violada.

Me dijo que tenía asuntos pendientes con él. Yo ya sabía a lo que se referiría, con lo que no iba a detenerla. Ella me explicó que deseaba maldecir a ese marinero mediante brujería, pero que para ello debía besarlo. Me resigné, hasta el marinero que la había vendido para que fuese violada tenía más derecho a un beso que yo. Perdida toda esperanza, y dejando que hablaran mis impulsos más primarios, le pedí que me maldijera a mí también, que estaba dispuesto a pagar con una maldición de por vida, uno de sus besos. Después de tanto esperarlo y de soñar con sus labios, una simple maldición, me parecía un pago insignificante por poder besar a la mujer a la que tanto amaba.

Ella, dijo unas palabras que jamás olvidaré: “No tengo por qué maldecirte para poder besarte”. El sol se estaba poniendo en el horizonte, sus últimos rayos alumbraban y calentaban la blanca piel de Sofía, el  reflejo de ellos pintaba de tonos naranjas, amarillos y rojos un mar calmado. El barco se mecía suavemente de babor a estribor como si bailase al compás que marcaban las olas. La brisa con sabor salado acariciaba mi rostro…era el momento. Di un paso adelante, hacia a ella, la agarré por la cintura, y nos fundimos en un beso que por muchas vidas humanas que llegase a vivir, jamás podré llegar a olvidarlo.

Me separé lentamente de ella, mientras no dejaba de mirar esos ojos que tanto me habían hecho perder la cabeza. Si soy totalmente sincero, poco recuerdo de lo que dijimos justo después de aquel beso, lo único que sé, es que volvimos a besarnos.

Mientras disfrutaba de mi nuevo correspondido amor, llegó un hombre, y nos pidió que le acompañásemos. Sofía estaba cogida de mi mano, y no la solté para acompañar a aquel hombre. Nos llevó a una comisaría, en tierra, donde me interrogarían como testigo sobre qué había visto en el entierro de Villanova. Ella simplemente se limitaba a acompañarme, puede que después de todo  también me amase.

Al entrar en la sala de interrogatorios, preguntaron nuestros nombres. Cuando respondió Sofía, los guardias nos apresaron, nos retuvieron y nos metieron en la celda en la que ahora mismo nos encontramos, esperando que aparezca la familia Villanova para llevarse a Sofía. Vuelvo a estar separado de ella por unos barrotes.

Pero, no permitiré que se la lleven, no permitiré que me separen nuevamente de ella, no pienso rendirme. No voy a quedarme aquí sentado mirando cómo pasan las horas, hasta que su familia llegue y la arrebaten de mis brazos. He luchado y sufrido tanto por ella sin saber si sería correspondido o no, que ahora, sabiendo que lo soy, me siento capaz de acabar con un ejército yo solo, capaz de conquistar el mundo, capaz de doblegar a voluntad a los más influyentes tiranos... y, sobretodo, capaz de fundir el hierro de los barrotes que me separan de Sofía... ¡Encontraré la forma de salir de aquí!

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