miércoles, 15 de diciembre de 2021

El vaso vuelve a estar vacío

     Llevo la vida entera escuchando que, al contemplar un vaso que contiene un volumen de liquido equivalente a la mitad de la capacidad del volumen podría contener, los pesimistas ven el vaso “medio vacío” y los optimistas ven el vaso “medio lleno”. Yo creo que no tienen razón ninguno de los dos: El estar medio vacío (o medio lleno) es solo un estado transitorio y extremadamente efímero en la vida del vaso. ¿Sabéis cuál es la realidad más absoluta? Que, durante toda su vida útil, un vaso pasa el 98% de su tiempo vacío, esperando en una vitrina o mueble a que sirva a alguno de nuestros propósitos.

 

    “Hoy la noche promete. ¡Camarero! ¡Sírvame su mejor licor!”. Un vaso completamente lleno, llega a tus manos. Su contenido es alcohol. Probablemente celebres durante horas y, en este tiempo, puede que tengas la suerte de contar con personas que te rellenen tu vaso constantemente para que, mientras dura la celebración, jamás lo encuentres vacío. Pero ¿sabéis cuál es la realidad más absoluta? Que, cuando la fiesta acaba y las luces se apagan…

el vaso vuelve a estar vacío.

 

    “Acabo de hacer ejercicio, necesito un buen vaso de agua”. Coges un vaso del mueble, lo llenas hasta el borde de la más fresca y limpia de las aguas. La luz atraviesa el vidrio y el líquido, dibuja pequeñas y juguetonas líneas de refracción por toda la habitación. Un buen foco de luz, proyectado sobre un vaso lleno de agua clara, puede iluminar una estancia por completo. Pero ¿sabéis cuál es la realidad más absoluta? Que, segundos después de todo ese despliegue de luces y colores…

el vaso vuelve a estar vacío.

 

    “Estamos de celebración, llena mi copa del mejor cava”. Burbujas transitorias en un líquido ambarino. Te hacen sentir en la cima del mundo un buen rato. Pero, el cava se gasta, la mesa queda completamente llena de vajilla y cubertería sucia. Y, junto a todo ese caos y desorden…

el vaso vuelve a estar vacío.

 

    “Este día en el trabajo está siendo realmente duro, necesito un café”. El líquido negro y humeante llena el vaso hasta el borde y su olor impregna por completo la habitación. Pero ¿adivinas? Cuando el trabajo está hecho y la jornada termina…

el vaso vuelve a estar vacío.

 

    “Mañana tengo un examen importante”. Te sirves en tu vaso una bebida energética con la esperanza de aguantar despierto toda la noche. Pero, cuando el libro se cierra y caes rendido en tu cama…

el vaso vuelve a estar vacío.

 

    Lo cierto es que da igual de qué llenes el vaso, cuánto tiempo haces que permanezca lleno, qué volumen de su capacidad está ocupando el líquido que contiene, cómo de grande es el vaso, dónde te lo estás bebiendo y disfrutando de su contenido… Porque, al final, después de todas las preguntas y todo el análisis posible…

el vaso SIEMPRE vuelve a estar vacío.

 

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