Largo es el tiempo y cientos son las palabras que podría dedicar a excusar mi ausencia en fechas señaladas. Pero… ¿de qué serviría buscar una causa entre cientos, un motivo entre miles, una excusa entre un millón…? No, no dedicaré el tiempo en palabras de arrepentimiento, justificando mi conducta o disculpando mi tardanza. Pues el tema que vengo a tratar hoy, no merece mi despiste, ni mucho menos mi delirio. Así que, para abreviar la introducción, que hoy es pidiendo perdón por mi demora, me limitaré a decir que no dispuse del tiempo del que me hubiera gustado disponer para hacer las cosas como deben hacerse.
A fecha de 20 de junio de 2013, con la edad de
22 años, me considero que soy una persona, que he vivido bastante. Considero,
sin ánimo parecer vanidoso ni arrogante, que he vivido más experiencias de las
que cualquier persona normal ha podido vivir a lo largo de una vida entera. Y
si así fue, que yo haya vivido más de lo que corresponde a mi temprana edad, no
es por méritos propios, ni mucho menos. Me considero una persona de recursos,
ingeniosa y con mucha imaginación, pero, pese a esas cualidades, no habría
vivido todas las experiencias que he tenido de no ser por las circunstancias en
las que crecí.
Muchas
son las personas que pasan por tu vida, y muy pocas son las que dejan huella.
Amigos, familiares, conocidos, desconocidos, extraños, compañeros… cientos de
personas con las que te cruzas a diario, con las que compartes rutina, con las
que compartes sueños, ambiciones, esperanzas, odios, sentimientos… y sin
embargo, pocas son las que llegan a tu corazón y hacen que el simple hecho de
imaginar una vida sin ellas, se te haga la más pesada de las cargas.
Y de
entre todas esas personas, siempre hay una que destaca por encima de todas. Una
figura que te acompaña en tus victorias, pero que también está
presente en tus derrotas. Casi siempre manteniéndose al margen de la situación,
nunca asumiendo papeles protagonistas. Pero siendo la pieza más importante en
el tablero de ajedrez de tu vida. Una persona que te llena de fuerza, de valor,
de voluntad y ambición... En definitiva… una mujer, a la que debes tu vida: tu
madre.
Es
por mi madre, que yo he vivido y he llegado hasta donde estoy ahora. Ella cuido
de mí, cuando yo no podía hacerlo a causa de mi corta edad. Me enseñó a andar,
a hablar… pero también me enseñó casi todo lo que sé, me ayudó con mis tareas
del colegio, estuvo a mi lado en los momentos en que yo enfermaba...
Ella
me llevó de viaje a multitud de lugares, me enseñó el mundo tal y como lo
conozco hoy. Fue moldeándome como un alfarero lo hace con el barro. Cada
lección que me enseñaba, cada sitio que me mostraba… iban haciendo de mí, la
persona que soy hoy.
Por
ella estoy donde estoy: Estudiando una ingeniería, con un título de músico
profesional. Porque existen las personas que dedican una vida entera,
entregándose a los demás en cuerpo y alma… para que unos pocos afortunados,
consigamos alzarnos más allá de lo que nunca habíamos soñado.
Si no fuera por ella, yo no habría luchado como ahora la hago. Me habría rendido multitud de veces. Habría tirado la toalla una y otra vez... y en este momento, yo no sería ni la sombra de lo poco que soy.
Dicen
que madre no hay más que una. Y yo digo: “¡Qué los dioses nos guarden de lo
contrario!” Pues si ya es difícil actuar y llevar una vida, lo más acorde a sus
principios, con el fin de hacerla sentir orgullosa, no quisiera imaginarme lo
que sería tener que actuar según los designios de tres o cuatro de ellas.
Y es
que, no existe mayor satisfacción personal para una persona, que el hacer
sentir orgullosa a su madre. Hay personas que por este sentimiento, han llegado
a construir ciudades enteras, componer sinfonías, liderar países… Yo, reconozco
ser uno de ellos. Pues, no encuentro un modo más digno y honorable para
satisfacer a una madre, que el corresponder a todo lo que ella te ha dado. No
es una empresa fácil, ¡para nada! pero, tampoco debe serlo para ella el dedicar
su vida entera a intentar darte lo mejor. Renegar a sus sueños y anhelos en pos
de los tuyos propios.
Hace
ya casi tres semanas, mi madre cumplió los 49 años. Yo estuve allí, en una mini
fiesta para celebrarlo. Pero, el trabajo me separó de ella a las pocas horas.
Luego vinieron los exámenes, y pasaban los días… y no encontraba tiempo para
dedicarle unas palabras. Cada día que pasaba, era como una lanza clavada en mi
corazón. Hoy, por fin, dispongo del tiempo que me hubiese gustado tener hace 3
semanas. Y aunque, sé que ella ve muy importantes que los regalos de cumpleaños
se den justo en ese día, espero que reciba con una sonrisa este austero
presente. Y sobre todo que entienda que no me fue posible dárselo antes.
Solo me gustaría que supiera que, aunque estemos separados por una gran distancia, aunque mi vida parezca que toma un rumbo que me aleja de ella, aunque no pase todo el tiempo que me gustaría a su lado... siempre la tengo presente en mis pensamientos. Que solo quiero poder hacerla sentir orgullosa. Que solo busco el complacerla... Y que, por encima de todas las cosas, me gustaría verla feliz.
Pues, su tristeza, nuestros desacuerdos, nuestras discusiones, nuestras diferencias... son para mí piedras en los bolsillos que me hunden en el pantano oscuro de la agonía.
Ojalá algún día llegue a ser el hijo que mereces. Ojalá algún día pueda corresponder todo lo que me has dado... Ojalá...
Mi
madre: Una persona que ya de joven dedicó la vida a sus hermanos, para después
dedicarse a su marido, luego a sus hijos y por último a la familia que dirige ahora. Una mujer con una voluntad de hierro, que nunca puso por delante
el bienestar propio al bienestar de su familia. Alguien, que crió a seis
hermanos y dos hijos. Alguien que hace que todo en mi vida tenga un sentido, por el simple hecho de luchar por ella...
¡Felicidades
atrasadas!
Te
quiero, mamá.
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