—Así que... Quieres
el tesoro del capitán Rogers, ¿eh? —dijo un viejo hombre
con melena y barba blanca. Posó una pequeña bolsita de cuero, anudada en uno de
sus extremos, sobre la mesa —. Esto es lo que necesitas.
—¿Cómo
sé que puedo fiarme de ti, Marcus? —dijo un joven y apuesto muchacho con un
sombrero de tres puntas y barba perfilada. Una mueca de asco se dibujaba en su
cara mientras miraba con desdén al anciano—. Ya engañaste a mi padre hace
muchos años. ¿Crees que voy a caer yo también en tus embustes?